viernes, 31 de agosto de 2012

EL SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO


El verano es como un sueño.
Ahora que se acaba irremediablemente, sus imágenes se superponen en la mente creando una narración onírica, donde la luz, el agua y las alas de un pájaro se funden bajo un cielo límpido.
Durante este tiempo, uno ha tenido la sensación de haber estado dormido. Se ha escrito poco y leído apenas.Pero el verano está para eso. Para vivirlo. Para ir de un sitio a otro. Para descansar lo que se pueda. Para levantarse tarde. Para verlo todo con los ojos muy abiertos,  a pesar del fuerte sol que nos ciega...
El verano es fecundo. Deja huella en el alma, en nuestra memoria, en nuestra fábrica de sueños.Algunas de sus imágenes, como si fueran fotogramas de un filme, se parecen mucho a semillas de cuentos, dispuestas en cualquier momento a brotar y a crecer sin medida.
Ahora solo queda soñar el verano, soñar de nuevo el sueño.
En definitiva, no queda más remedio que escribir.

viernes, 24 de agosto de 2012

LA "ESPIRAL" DE LA GUERRA


Desde que escribí mi novela "La espiral de los sueños" (Palabra, 2011) me gusta visitar  los escenarios donde transcurrió la Guerra Civil en la sierra de Guadarrama. En su mayoría son lugares solitarios, casi siempre en ruinas o demolidos, únicamente habitados por lagartos y fantasmas, quizás como Piter, el soldado que protagoniza mi libro.
Gracias a mi amigo Antonio Marín, esta mañana he recorrido las fortificaciones y trincheras de el cerro de los Puercos (Valsaín), donde tuvo lugar la "Batalla de La Granja".  Desde allí, las vistas de la sierra son espléndidas: Peñalara, Siete Picos, Montón de Trigo, la Mujer Muerta al fondo... Un excelente mirador de la  vertiente segoviana. Merece la pena subir hasta allí.
Mientras los niños juegan a esconderse entre las ruinas, persiguiéndose con imaginarias pistolas de madera, uno piensa en lo que ocurrió en este mismo lugar hace más de setenta años. Sabe que pisa un lugar maldito, un lugar donde hubo sangre y sufrimiento, un lugar donde la naturaleza va borrando poco a poco las huellas del pasado, de forma eficaz e inalterable.

En uno de los muros de piedra, semiborrado por la lluvia y el paso del tiempo, había un pequeño texto grabado en la piedra por un cabo de la 1ºcompañía en agosto de 1937. Su letra era clara y redondeada, como de un maestro de escuela. Su caligrafía esmerada, sin querer, se ha grabado a fuego en mi retina.