No se trata de hallar una fórmula mágica, que sirva para utilizarla como modelo o plantilla. Sin embargo, en general, la literatura infantil y juvenil sigue un diseño clásico, que presenta los siguientes elementos o ingredientes:
- Una historia construida alrededor de un protagonista activo, a ser posible de la misma edad de los lectores a los que va dirigida la obra.
- Combina esta trama de acción con una trama sentimental, sobre todo romántica.
- Los hechos deberán transcurrir de forma lineal, sin fuertes elipsis ni saltos en el tiempo, para que el lector pueda seguir la historia con facilidad.
- Los conflictos y pruebas a los que se enfrentará el héroe serán, a ser posible, externos: monstruos, animales salvajes, orcos, tempestades de nieve...
- En cuanto a los personajes, bastará quizás con caracterizarlos,con hacerlos visuales y creíbles.
- El final de la novela , por supuesto, deberá ser cerrado. Al lector juvenil le costará asumir otro tipo de desenlace.
- Hasta el más mínimo detalle de la novela, estará explicado de forma lógica y coherente. Nada puede ser inverosímil, absurdo o gratuito.
El problema viene cuando algún autor transgrede alguna de estas normas no escritas. Seguramente, elevará el nivel literario de la obra, pero las editoriales lo miraran con recelo, como si se tratara de un animal exótico.
Ya se sabe...Es difícil innovar, salirse de lo establecido.