miércoles, 29 de septiembre de 2010

LA RESECA


Se acaba la huelga del 29-S y la cabeza te estalla a causa de un exceso de política.

Durante el día, has sido un peón que otros han movido a su antojo, en un tablero en el que todo te ha parecido un nuevo gran teatro del mundo.

(¿Un escritor se puede poner en huelga? ¿Qué estadística lo recoge?)

Dicen que ha habido algún incidente aislado, casi un centenar de detenidos, manifestaciones a horas programadas y enfrentamientos algo más subido de tono en una ciudad lejana, cerca del mar.

A tu alrededor, en cambio, sólo has visto silencio y vacío - calles huérfanas de entusiasmo, cierres echados, un domingo tedioso, sin paseos ni fiesta para niños.

Las resaca deja un sabor amargo en la boca, un dolor molesto e impreciso en el pecho, igual que un pasquín sucio y desgastado, que ha quedado roto en el suelo.

Por cierto, el día de la huelga también era mi santo. Pero, claro,... ¿a quién le importa eso?

sábado, 25 de septiembre de 2010

UN NUEVO PROYECTO


Es curioso como las historias surgen y se imponen sobre las otras. La que tiene más ímpetu, más pasión, se impone sobre las demás. Eso es lo que me ha pasado ayer.

He empezado una nueva novela.

¡Ojala el Viento me ayude a acabarla, a no dejarla a medias como otras¡

Está ambientada en Galicia, en la costa, concretamente en las Rias Baixas. En ella habrá misterio, mezcla de literatura y realidad, alguna relación sentimental, pero sobre todo un paisaje nuevo, alejado de las montañas y la nieve, que fueron protagonistas de mis otros libros.

Ayer me lo pasé muy bien escribiéndola, aunque apenas avancé un par de páginas.

Pero ya estoy embarcado en un nuevo proyecto, y espero que el viento y las olas no se detengan.

Y es que, cuando los paisajes del verano se empiezan a echar de menos, fructifican en el corazón (o en esa parte desconocida del cuerpo donde se halle la ilusión).

Ya os seguiré contando.

lunes, 13 de septiembre de 2010

SEGUNDO VUELO EN MARCHA

De vuelta de vacaciones, descubro por sorpresa y con alegría que se ha ordenado, durante el pasado mes de agosto, la 2ª edición de mi libro Donde vuelan las águilas (Palabra, 2008).
El escritor siempre teme que nadie oiga sus palabras, que sus libros no gusten, que sus historias imaginadas se encuentran lejos y apartadas de los demás.
Una segunda edición quiere decir que el libro todavía sigue vivo, que hay más lectores que lo esperan sin saberlo, que la botella lanzada al mar continua con su incierta singladura por el mar.
Dos años tardé en que alguna editorial se interesase por el manuscrito de la novela; y otros dos años, menos angustiosos, ha tardado en publicarse esta nueva edición.
¡Ojalá no sea su último vuelo!

viernes, 10 de septiembre de 2010

CON PERMISO DE GARCÍA MÁRQUEZ

Cuando el coronel Aureliano Buendía se enteró de que había recibido una carta urgente, venida expresamente de la Capital, no se hallaba frente al pelotón de fusilamiento como él hubiera deseado, ni levantando revoluciones imposibles por los cerros de Macando.En realidad, se encontraba en el porche de su casa desmoronada, viendo atardecer sentado en una hundida silla de mimbre.
Cuando el coronel Aureliano Buendía rasgó el sobre oficial para leer con avidez su interior, todavía tenía esperanza de que el gobierno se acordara de él y de los otros viejos oficiales que habían combatido a su lado. Pero ahora todos eran viejos, ancianos olvidados, unidos en la misma soledad.
Cuando el coronel Aureliano Buendía leyó con dificultad las primeras líneas del escrito, redactadas en un lenguaje técnico y endemoniado, la misiva le pareció un jeroglífico imposible de descifrar, como los mensajes cifrados de las nubes rojas del atardecer.
La carta le mantenía el tratamiento de coronel - y eso le agradó, ya que hacía años que nadie le llamaba así. Se sintió de nuevo poderoso e importante, como un gallo de pelea en medio de un ardiente coso de arena. Pero él tenía las plumas desgastadas y sin brillo, y desde hacia tiempo había perdido el brío para pelear como en sus tiempos de fiero militar.
Siguió leyendo la carta, ajustando su cansada vista a los rectos renglones gubernamentales, pero no se hablaba en ninguna parte de la pensión, ni de la entrega inmediata de ninguna cantidad de dinero.
De repente, se sintió más solo y desgraciado, como arrojado a la suerte del destino, como el sangrante Sol que declinaba tras los cerros de Macondo.
No sólo el gobierno le rechazaba, sino también la fría noche que crecía a sus espaldas.

lunes, 6 de septiembre de 2010

LA NOCHE DE LOS TIEMPOS



De todos los libros que he leído durante el verano, la novela que me ha parecido mejor y más interesante ha sido, sin duda alguna, La noche de los tiempos del escritor Antonio Muñoz Molina.
Aquí no voy a hacer una reseña detallada del libro, ya que hay muchas publicadas en Internet y, además, realizadas por críticos de prestigio. Aquí sólo quiero compartir lo que la novela me ha aportado como lector y, por supuesto, lo que he aprendido de él como escritor.
El descubrimiento más importante que he hecho es este: narrar no consiste tanto en desarrollar unos sucesos dinámicos y sucesivos en un centenar de páginas, sino en detenerlos con morosidad y emoción, en dilatar el tiempo, casi como si fueran fotografías en blanco y negro o estáticos fotogramas de una película. Desde esta perspectiva, la gran extensión de la obra no es un defecto (como algunos indican), sino un mérito del autor, quizás el mejor narrador vivo en nuestra lengua.
Por otra parte, el libro también hace un uso magistral de los tiempos verbales. Aunque la historia sucede en épocas pasadas (hace más de 70 años), casi toda la novela está narrada en presente. Un tiempo presente que - como dice el propio autor- es el tiempo del miedo, de lo que se hace simultáneo e intenso en un corto viaje por tierras americanas, en un tren que parece no avanzar ni llegar nunca a su destino.
También me han sorprendido gratamente los fragmentos exclusivamente dialogados - por ejemplo, la última discusión de los protagonistas-, donde la maestría del autor hace avanzar la historia únicamente con la voz desnuda de los personajes.
Al final del libro, además, Muñoz Molina introduce de forma sorprendente la narración en futuro. Pero no utiliza este tiempo verbal para narrar un hecho hipotético o posterior, sino para describir lo que todavía no ha sucedido a los personajes, pero a la vez - desde nuestra perspectiva de lector- ya ha sucedido ("Pero ese momento no ha llegado todavía, pertenece a un tiempo aún inexistente, al futuro de dentro de unas pocas horas").
Muñoz Molina no es muy amigo de la narración lineal, pero el libro se lee sin dificultad a pesar del desorden temporal que presenta. La novela tiene toques modernos y contemporáneos. Sin embargo, la extensión de la misma, el amor por los detalles y las enumeraciones prolijas, el tema del adulterio o las escenas de guerra, nos recuerdan a los grandes novelistas del siglo XIX o del XX.
Pero quizás lo más interesante del libro sea el punto narrativo elegido. A lo largo de la novela se superponen varias voces o perpectivas: la ausencia de narrador, un narrador en tercera persona tradicional y otra voz, mucho más misteriosa, en primera del singular.
¿Quién es esta voz que lo ve todo? ¿De quién se trata?
Según lo veo yo, esta voz no es otra que la del propio autor, que imagina hasta el límite lo que sucede, el que agotado de su esfuerzo por novelar nos entrega el relevo para que sigamos imaginando el destino de sus personajes perdidos en la noche como en un pozo, en unos tiempos oscuros y neblinosos, que sólo la memoria de los lectores puede evitar que se olviden.